domingo, 5 de octubre de 2014

Eros




Oscura se anuncia la noche.
Generosa es la vida para quien
la transita con pasión y sin apego.
En medio del Caos descubres
que es Eros quien todo lo construye.
Cuando él duerme
deja paso a la nada
y el cosmos pierde cohesión
y se destruye.

Ante la muerte uno se vuelve metafísico.
Y Parménides, tal vez quisiera ser Heráclito

Quiero revelarte el gran secreto
que racionalidad alguna ha desvelado.
La razón no logrará
atrapar nunca el gran misterio,
de la misma forma que el viento
es inasible por la mano...
al igual que la antorcha
no hace sombra al lucero.

Sólo el que ama vive. es.
Sólo en el amor, ese que se escribe en mayúsculas,
se es inmortal y eterno,
inamovible, uno y todo al mismo tiempo,
completo.
La muerte se doblega ante su poder,
pues sin amar, no se es, aun viviendo.
Eros, solo Eros es dueño de los mundos.

Ama, y se su heraldo.

(Víctor Vilar)

lunes, 10 de febrero de 2014

Cada cual con su quimera

Nabucodonosor de W. Blake

"Bajo un amplio cielo gris, en una vasta llanura polvorienta, sin sendas, ni césped, sin un cardo, sin una ortiga, tropecé con muchos hombres que caminaban encorvados. Llevaba cada cual, a cuestas, una enorme quimera, tan pesada como un saco de harina o de carbón, o la mochila de un soldado de infantería romana. Pero el monstruoso animal no era un peso inerte; envolvía y oprimía, por el contrario, al hombre, con sus músculos elásticos y poderosos; prendíase con sus dos vastas garras al pecho de su montura, y su cabeza fabulosa dominaba la frente del hombre, como uno de aquellos cascos horribles con que los guerreros antiguos pretendían aumentar el terror de sus enemigos. Interrogué a uno de aquellos hombres preguntándole adónde iban de aquel modo. Me contestó que ni él ni los demás lo sabían; pero que, sin duda, iban a alguna parte, ya que les impulsaba una necesidad invencible de andar. Observación curiosa: ninguno de aquellos viajeros parecía irritado contra el furioso animal, colgado de su cuello y pegado a su espalda; hubiérase dicho que lo consideraban como parte de sí mismos. Tantos rostros fatigados y serios, ninguna desesperación mostraban; bajo la capa esplenética del cielo, hundidos los pies en el polvo de un suelo tan desolado como el cielo mismo, caminaban con la faz resignada de los condenados a esperar siempre. Y el cortejo pasó junto a mí, y se hundió en la atmósfera del horizonte, por el lugar donde la superficie redondeada del planeta se esquiva a la curiosidad del mirar humano. Me obstiné unos instantes en querer penetrar el misterio; mas pronto la irresistible indiferencia se dejó caer sobre mí, y me quedé más profundamente agobiado que los otros con sus abrumadoras quimeras." 

Charles Baudelaire

¿cual es tú quimera?

domingo, 10 de noviembre de 2013

Descubrir la propia filosofía de vida

Algunos pueden pensar que la filosofía y todo aquello que le rodea (argumentos, ideas, reflexión, etc..) no concuerda bien con el disfrute de la vida. Como si fueran elementos  antagónicos: “una cosa es el pensar y otra, muy distinta, el vivir” -dicen algunos- “Pertenecen a esferas diferentes”- piensan otros. Cuando escuché por primera vez, unidas en una misma frase, la palabra filosofía y vida, me sucedió lo mismo. Yo pensaba, como otros muchos jóvenes, que la filosofía era algo exclusivo de la razón y que poco tenía que ver con la experiencia vital; creía que era cosa de antiguos, algo trasnochado u obsoleto; pensaba que era compleja, enmarañada en áridos escritos y difíciles textos… En definitiva un soberano aburrimiento. Es posible que la causa de este pre-juicio fuera un profesor hastiado de su trabajo o simplemente un mal pedagogo, en cualquier caso, un comunicador aburrido. Fuera del aula, las personas mayores tampoco hacían elogios de ella. Los consejos que los adultos regalaban a los de mi generación se dividían entre el típico: “ten un buen trabajo y gana mucho dinero” y el más típico “cásate y busca la estabilidad”. Nadie te animaba a ser filósofo, ya que servía para poco y, como todo el mundo sabe, con la filosofía tampoco te haces rico. Así que no era un buen futuro el que se auguraba para un estudiante de filosofía. Por eso, en aquel entonces, dirigí mis pasos hacia otra meta profesional que me permitiera sacarme las castañas del fuego. Sin embargo siempre quedó en mí una inquietud existencial y un anhelo de saber. Esa particular búsqueda me llevó, al principio por mi cuenta y luego en el mundo académico, por los textos de los místicos orientales, la sabiduría sapiencial egipcia y los filósofos europeos y en ellos hablaban, entre otras cosas, de la vida y el cómo vivirla. Empecé a percibir que ser filósofo era mucho más que estar atado a un soliloquio mental y una vida entre libros y razonamientos. Es más, aprendí que todos tenemos una filosofía de vida; que nos comportamos en base a una ética; que nuestras emociones y deseos se orientan hacia unos valores que tienen su origen, muchas veces, en creencias metafísicas; que nos vemos a diario envueltos en disyuntivas lógicas, enredados en falacias; que nos engañamos a nosotros mismos con sofismas; que interpretamos el mundo a través del lenguaje, de argumentos y símbolos. Descubrí entonces que la filosofía no se puede separar de la vida.
 En ese camino de asombro y descubrimiento se llega a una gran verdad, y es que TODOS tenemos UNA FILOSOFIA DE VIDA. El gran problema es que nadie nos enseñó a reconocerla, a comprenderla y mucho menos a rectificarla cuando es ella misma la que pone límites a nuestro desarrollo.  Construimos nuestro vivir diario en función de esa particular “filosofía de vida”. Este programa vital pertenece a una dimensión operativa de nuestra existencia, que muchas veces difiere de la dimensión intelectual, lo que pensamos de las cosas y lo que creemos conscientemente de nosotros mismos. Por debajo, en nuestros cimientos, la filosofía operativa influye en el día a día. Ésta es la que hay que descubrir, analizar y pulir y donde se opera la verdadera transformación.
 Desde mi experiencia como filósofo y como asesor filosófico existen dos modos complementarios de realizar este transformador descubrimiento:
El primero es a través del aprendizaje de la filosofía sapiencial de los grandes filósofos y sistemas de pensamiento. No es imprescindible conocer todos los filósofos. Algunos de ellos, en los que prima lo académico y la erudición, y se disocia la vida del pensamiento, los discursos nacen vacíos y estériles, y crecen tan solo, alimentados por la vanidad del intelectualismo. Por el contrario cuando el filósofo y sabio, cual arquero diestro, dirige su mente hacia el blanco de la existencia y compromete su vida con su pensamiento en un canto de integridad, avalándolo con su dedicación, entonces entrega al mundo la perla de una sabiduría experiencial. El estudio  de esas joyas permite construir un modo de vida acorde a principios asentados en el arte de vivir.
El segundo modo es a través del asesoramiento filosófico. El filósofo asesor puede acompañar en ese proceso transformador que, cual viaje iniciático, se emprende en la búsqueda de uno mismo., El filósofo asesor, como guía y observador objetivo, ayuda al consultante a conocer aquellos obstáculos que la filosofía operativa levanta entre uno mismo y el pleno desarrollo de sus capacidades.
Ambos enfoques son complementarios. Anímate a descubrir tu filosofía de vida.
Víctor Vilar.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Descubrir la propia melodía


Las personas del mundo somos una oda a la diversidad, un canto que celebra la vida y la multiplicidad. Distintos colores de piel, diferentes formas de pensar y de sentir, poliédricas visiones de la realidad que no hacen sino descubrir la inmensidad de opciones que existen a nuestro alrededor, sin conseguir agotarlas. Padres e hijos, profesores y estudiantes, reyes y mendigos, gobernantes y gobernados, artistas y musas, científicos, ecologistas, budistas, cristianos, musulmanes, agnósticos y ateos, implicados e inconscientes, frikis de todas las variantes…. De mac o de pc y a los que les importa un bledo los ordenadores, los que sienten predilección por la música jazz, o de Vivaldi, y así un largo etc... Todos miramos desde diferentes perspectivas la realidad de la existencia. Las distintas filosofías, místicas y religiones, son vías o formas a través de las cuales se expresa el espíritu humano, entendido éste en un  sentido Hegeliano. También, por supuesto,  la ciencia y todas sus especialidades, el arte y las relaciones humanas de convivencia que llamamos política. Estas dimensiones culturales constituyen la encarnación del espíritu de la humanidad. Éste nace al mundo a través nuestro. La Historia, entonces, es su desvelamiento, como si al vivir fuéramos levantando un velo que lo oculta. Grandes cosas ha hecho el hombre y también grandes serán las que haga. El futuro está en nuestras manos. El porvenir, abierto a lo posible, se encuentra por escribir… y la mano que empuja la pluma es responsable del verso que deja como legado. Si algo nos ha enseñado la historia, es que podemos sorprendernos a nosotros mismos para bien y también, por desgracia, para mal.


Desde esta perspectiva filosófica, dejando al margen cualquier creencia religiosa sobre el espíritu, nuestra vida nos ofrece la oportunidad para descubrir nuestra propia melodía, la nota genuina de nuestro ser. Aquella que es sólo nuestra, pues no hay otro ser que mire desde nuestros ojos, que ame desde nuestro corazón, que sufra nuestras lágrimas y disfrute nuestro esfuerzo. La humanidad que se expresa en nosotros es única e irrepetible. Por este motivo estamos unidos a todos en una hermandad de puntos de vista. La conciencia de la humanidad se gesta en la clara luz de la conciencia individual.  Cada uno de nosotros tenemos la misión de desarrollarla. Toda vida es valiosa y  tiene un sentido que trasciende lo cotidiano. Tenemos el derecho de SER y esto entraña el compromiso de SER. Derecho y deber son el anverso y el reverso de la misma moneda. Por eso “vivir a medias” o “vivir las vidas de otros” no es aprovechar al máximo este don de la vida. “Carpe diem”,” vivir el aquí y el ahora”, “hacer del ahora un instante eterno”, son los sinónimos de esta alta misión. Este privilegio exige de nosotros pureza y valor, exige autenticidad. Ser es ser auténtico. Sólo aquel que es valiente y se atreve a pensar por sí mismo, fiel a su impulso creador, abre las puertas a la vida, vence los límites y miedos y deja que el gigante interior hable, cree, se dé a conocer. Le llamo gigante porque ese impulso poco conoce de pequeñeces. Una mujer o un hombre así, saben que pueden errar y tienen el valor del que lo intenta, el valor del que acepta que puede equivocarse, el valor de tener la humildad para reconocer su fallo y aprender de él, y aunque no alcance el premio de ver conquistados sus anhelos y sueños, nadie podrá decir que no agotó su aliento en intentar encontrar su melodía. Son hombres y mujeres que no se pliegan a las exigencias de los creadores de opinión, a los amos de las modas.  Están más allá de la moda y libres de las tendencias, son dueños de sus opiniones pues éstas son reflexionadas y elegidas. Han alcanzado esa mayoría de edad de la que hablaba Kant, pensar por sí mismos y no ser pensados. Este artículo pretende ser una invitación a ser. Existir (ex - sistere) significa  emerger, aparecer, tomar posición hacia afuera. Algunos viven toda su vida bajo un caparazón de miedos, sueños frustrados y anhelos encadenados, cuando, en realidad, el poder que llevamos en nuestro interior es capaz de conquistar las cimas más altas. Más allá de la indignación hay que crear alternativas, más allá de la supervivencia hay que vivir, más allá del paso del tiempo hay que darle sentido a cada segundo, más allá de un trabajo hay que encontrar la vocación, más allá de las relaciones hay que amar…. 

Descubre tu propia melodía. No prives al mundo de tu clara conciencia, de tu genuina nota, del espíritu que espera paciente su oportunidad.

Víctor Vilar.

jueves, 6 de junio de 2013

En defensa de la Filosofía: pienso, luego estorbo.



Como anunciaba Nietzsche, el mundo de la posmodernidad se zambulle de lleno en el nihilismo, en la nada. Sin parámetros que nos oriente, rumbo, ni dirección, nos movemos sin saber hacia dónde. Cuando miramos dentro de nosotros mismos nos encontramos perdidos en un laberinto de espejos: instintos, miedos, dudas, deseos, emociones, pensamientos, dolores y alegrías. Y ¿no sabemos quienes somos? ¿Cuál es la voz de nuestro interior que nos representa realmente? Cuando miramos hacia fuera el espectáculo es más desolador. Parece que todo está trastocado. Asociamos la idea de política con la de corrupción, en vez de servicio público; el trabajo, si es que lo tenemos, es una forma de llevar el sueldo a casa, en vez de una vocación; hemos convertido la naturaleza en un almacén de materias primas más que un ecosistema del que somos una parte más, importante, pero no exclusiva;  todo se ha transformado en negocio y el hombre en consumidor.

¿Qué nos depara el futuro? No podemos predecirlo. No sabemos si el tiempo que viene será mejor o peor que el que abandonamos. Sospechamos que será mejor. El siglo XXI nace entre dolores de parto, pero impulsado con vientos de cambio y cantos de esperanza. Un espíritu que nos sugiere que las cosas no se solucionarán solas; que tenemos que apostar por un cambio a través de la educación, un paso principal e ineludible para encontrar soluciones.  

 
Sin embargo, por paradójico que parezca, es la educación pública la que, en mayor medida, se ve afectada por los recortes presupuestarios.  La educación superior, con el plan Bolonia, se ha “privatizado”, y ha proporcionado una oferta de postgrados sin precedentes, pero inaccesible a muchas economías familiares. Los profesores se encuentran con aulas masificadas, y con muy pocos medios para educar realmente a los niños. Por otro lado, los padres exigen de la escuela, que hagan lo que ellos hacen insuficientemente en sus casas. Pero es que a ellos tampoco les enseñaron a ser padres.

Si este panorama en la educación es, ya de por sí, desalentador, ahora ronda la amenaza de quitar de los planes de estudios de secundaria la filosofía. Los jóvenes ya no tendrán ética, ni historia de la filosofía. Quedarán como asignaturas optativas entre una pléyade de otras más prácticas. Parecería, después del panorama descrito anteriormente, que esto de la filosofía es lo de menos. Pero no es así. Responde a un plan “casi conspirativo” para hacernos más tontos y manipulables. “Pienso luego estorbo” diría hoy Descartes. Posiblemente la intención de los políticos sea buena. Consideran que hay que priorizar las asignaturas que puedan preparar a los jóvenes para las carreras técnicas y el mercado laboral. !!Al fin y al cabo, para qué sirve un filósofo!!! , Sin embargo el resultado será terrible. En la Edad Media, la filosofía y el librepensamiento fueron perseguidos, incluso castigados con la hoguera. Hoy a la Filosofía se la condena al ostracismo, se la destierra del aula, se la amordaza. Y ¿qué sucederá cuando esos jóvenes formados en técnicas, pero con una deficiente formación en pensamiento crítico, con desconocimiento de los principales sistemas filosóficos de la humanidad y con nula capacidad de reflexión ética, lleguen a dirigir los partidos políticos, las empresas, los laboratorios de investigación, etc.? Nos aguarda un futuro de hombres máquina, hombres capaces de producir y de consumir pero incapaces de pensar por sí mismos.  ¿Es este el futuro que queremos? Basta con estudiar un poco de historia para descubrir que las mejores obras de la humanidad y los mayores avances del espíritu humano estuvieron alentadas por la reflexión filosófica y el humanismo. Grecia del s. V a. de C., el Renacimiento europeo, el nacimiento del estado de derecho y el reconocimiento de los Derechos Humanos, como ejemplo, estuvieron alumbrados por pensadores y filósofos. La historia también nos recuerda a qué tiempo de oscuridad cultural y fanatismo llegamos cuando la filosofía es desterrada y perseguida.

Es hora de defender la Filosofía. Ella, nació libre. Es el más alto monumento a esa libertad que no puede ser vulnerada por cadenas ni hierros, la libertad de pensar por uno mismo, la de amar la verdad y buscarla sinceramente. El pragmatismo y el utilitarismo la están reteniendo contra su voluntad, contra la voluntad del hombre, contra la voluntad de todos nosotros.

Víctor Vilar Gisbert.  Publicado en la revista Plural. Abril 2013.

jueves, 14 de marzo de 2013

¿Hay atajos en el camino de la espiritualidad?

Tal y como narra un cuento zen, un discípulo preguntó al maestro cuánto tiempo tardaría en alcanzar la iluminación, a lo que el maestro respondió que diez años. El joven, que tenía prisa por concluir su aprendizaje y regresar a su hogar, le pidió cuánto tiempo le costaría si se aplicaba con más esfuerzo del normal. El maestro le respondió que de esa forma su aprendizaje se prolongaría quince años. El joven no daba crédito a la respuesta, “¿antes diez, ahora quince años? ¿Se está burlando de mí? Hábleme en serio, ¿cuánto tiempo tardaré en alcanzar la iluminación si me entrego en cuerpo y alma?” El maestro, serenamente, le respondió que de ese modo tardaría veinte años.  La enseñanza de este cuento es obvia, cualquiera que desea resultados rápidos tardará más en su propósito, puesto que el acento lo pone en la rapidez del aprendizaje y no en el aprendizaje en sí mismo.

A la pregunta de si son posibles los atajos en el camino de la espiritualidad tenemos que responder: NO. El que busca atajos, entendiendo este término como treta o reducción del trayecto se verá retrasado por una pesada carga: su propia ansiedad y deseo. Por lo general, cualquier cosa verdaderamente válida es fruto de un continuado ejercicio. Aprender a tocar un instrumento musical, sacar unos estudios, lograr el éxito en una empresa, no son cosas que se consigan rápidamente. La constancia tiene más valor que el ímpetu de un día. Si atendemos a valores el plazo de tiempo se alarga: la integridad se acrisola durante toda la vida,  al igual que si uno ama, tiene que alimentar a diario el sentimiento si lo que pretende es que perdure en a través del tiempo,  porque de lo contrario se deja de vivir el amor.
 Si, desde otro punto de vista, entendemos “atajo” como regla o varita mágica podríamos responder que sí que hay un elemento que facilita el camino de la espiritualidad: Amar. Pero todos estarán conmigo en que “Amar” es de las cosas más difíciles y que lleva toda una vida aprender a hacerlo, y ni siquiera es suficiente. Por lo tanto, volvemos a la primera respuesta. NO hay atajos.

Yo me atrevería a decir que la existencia es un largo proceso de aprendizaje que no concluye. La vida es un peregrinaje, un proceso de trasmutación, de perfeccionamiento. Por lo tanto la espiritualidad no es algo que pueda ser adquirido un día y prescindir de ella al siguiente. La sentencia “yo fui espiritual de joven…. pero ahora paso de eso” equivale a decir que creíste vivir la espiritualidad, pero en realidad fue simplemente una ilusión. Tampoco es el resultado de un aprendizaje puntual. La espiritualidad no sólo es practicar meditación, o sólo hacer yoga, o sólo…(tantos ejemplos como quiera poner cada uno). La espiritualidad es un proceso vital y por su misma calidad no puede ser parcial, sino holístico. No se puede llevar doble vida. Una ser espiritual y otra dejarse llevar por la materialidad más grosera. Tampoco ser espiritual solamente una hora a la semana, o veinte minutos diarios. La espiritualidad se incorpora como un estilo de vida del cual ya no se prescinde. Es una disposición psíquica y moral abierta al desarrollo del espíritu, y a la práctica de aquellos valores que permiten liberarse de los condicionamientos materiales. Para hacer honor a la verdad en realidad el camino de la espiritualidad no es una opción, de la misma forma que tampoco podemos renegar de la corporalidad. Todos somos seres espirituales y corporales. Nuestra vida es espiritual y material al mismo tiempo. La pregunta es si somos conscientes de ello o no. Lo que nos debe preocupar es si vivimos ciegos a ese elemento espiritual que nos constituye o por el contrario hemos despertado la conciencia a esa realidad que traspasa cada átomo de nuestro cuerpo, que se expresa en cada emoción, que queda aprisionada o liberada en cada pensamiento. La espiritualidad se manifiesta como vida interior, madurez psicológica, o realización del proyecto existencial en el que espíritu y materia no se excluyen.

Vivir el camino de la espiritualidad es tener una vida completa, donde la mente, el corazón y las manos puedan transitar en convivencia con los demás y con la naturaleza, agradeciendo cada instante y cada experiencia por su caudal único e irrepetible de “VIDA”. Un verdadero ejercicio de conciencia, corazón y acción. El que transita este camino descubre que cualquier labor que se realice puede estar en consonancia con el fluir del río de la vida. Los antiguos órficos tenían una palabra para describir este estado en el que el espíritu se manifiesta: “Entheos”, endiosamiento,  “Dios en el hombre” o entusiasmo. En un término mucho más actual podríamos llamarle “empoderamiento”, sentir el poder interior. Y para sentirlo de verdad no hay atajos.

Editado en la Revista Plural. Edición de diciembre de 2012.

viernes, 7 de diciembre de 2012

La voz que me exhorta

















Abierto como estoy
a la luz de la mañana
y al horizonte inalcanzable
nuevos bríos me empujan
y exhortan a que abra los ojos.
“De entre todo aquello que
...se muestra ante tu alma”, dicen,
“marca el rumbo
hacia la cima más alta.
Rechaza la gruta profunda
y el bosque frondoso,
las plácidas lomas cubiertas de flores
y la orilla tranquila del lago;
desoye el zumbido halagador
y el bramido de la fiera salvaje;
no te ciegue el laurel o la rosa,
no te pare la espina o la zarza.
Elige bien y comienza el camino.
No importa cuán lejos se encuentre,
Pero sí importa que la cima sea alta.”
Esas voces,
hijas de una fuerza incontenible,
parecen conocerme bien.
Siento predilección por las alturas.
Mas, sabias, cortejo de musas,
me hablan de vez en cuando
para que no me olvide.